sábado, 27 de febrero de 2010

ESPRONCEDA, el "satánico" español

Muchas veces se le ha llamado el "Byron español", quizá con grandes dosis de exageración, comparando su azarosa y corta vida y su obra con las del autor británico. Es cierto, eso sí, sin temor a caer en inexactitudes, que el extremeño habla de la muerte, tanto en sus poemas breves como en El estudiante de Salamanca y El Diablo Mundo, como ningún autor español desde época medieval. Ese flirteo con el más allá resulta hoy más que sugerente y moderno, habituados como estamos a la literatura y al cine de corte anglosajones.
Aquí ofrezco, como aperitivo, uno de sus poemas más llamativos. 
 
Canción de la Muerte.
Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Yo, compasiva, te ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.

Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allí olvida
la tormenta que pasó;
allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.

Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.

Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría,
más es eterno mi amor.

En mí la ciencia enmudece,
en mí concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.

Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa;
tu sueño, madre amorosa;
eterno regalaré;
ven y yace para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.

Deja que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;
mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.

Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón.

NOTAS PRELIMINARES

El romanticismo intentó, y en gran medida logró, despojar al arte de su mortaja moralizante y edificadora. Para los escritores románticos, la literatura sólo debía perseguir un fin estético.
El término Romanticismo se acuñó en Inglaterra durante el siglo XVII y su sentido tendía a expresar algo "similar al romance", que no era otra cosa que las novelas de caballería, las cuales nunca fueron del agrado de los sabios.
El romántico por excelencia es un ser libre, y profundamente pesimista. Casi toda la literatura romántica gira en torno a la supuesta incomprensión que los artistas sentían, la cual debe haber sido la misma más o menos en todas las épocas, pero que aquí estalló en múltiples formas y estilos. El escritor romántico valora el sentimiento por encima de la razón, es decir, lo voluptuoso por encima de la eficacia. Es así que la literatura romántica suele despacharse con enormes y voluminosos corpus, hijos de esa misma tendencia barroca.
Otras cuestiones asociadas al romanticismo son el tópico sobrenatural y la asociación entre el amor y la muerte. Sobre lo sobrenatural no hay mucho para agregar, ya que los fantasmas de este período son conocidos por todos, pero sobre la muerte y el amor existen algunos ejemplos notables de los refinamientos que este tópico alcanzó. Considero que su mejor ejemplo es el Werther, de Goethe.

Para finalizar, me serviré de la maravillosa eficacia de Emilia Pardo Bazán, quien sintetizó la esencia del romanticismo en unas pocas líneas:

El Romanticismo representa tres direcciones dominantes: el individualismo, el renacimiento religioso y sentimental después de la revolución, y el influjo de la contemplación de la naturaleza.